lunes, 15 de octubre de 2012

La vida de Eustaquio Fariña (relato de migración). Autor: Agustín Fariña



La vida de Eustaquio Fariña
A veces pienso que es el recuerdo el que le da importancia a las cosas, el recuerdo de haber vivido situaciones que me han cambiado la vida.
Todo empezó en 1944, cuando mis padres decidieron dejar nuestro país natal donde viví hasta los 6 años. Decidimos irnos ya que en la granja donde estábamos viviendo nos habían ocurrido varios sucesos desafortunados, algunos de mis familiares comenzaron a enfermarse inesperadamente sin razón alguna y a morir más tarde.
Justa y Angelina, mis dos hermanas mayores, estaban viviendo en Argentina hacía ya dos años, fueron en busca de trabajo para poder seguir con sus vidas. Una parte de mí quería estar allá con ellas; no la estaba pasando bien en Paraguay, Agustín, yo tenía que correr riesgos para poder alimentarme al igual que mi padre Clemente. Entonces decidimos irnos en un lanchón a Formosa en donde estaban mis hermanas; con lo poco que teníamos llegamos a Puerto Elisa y de allí fuimos en bote hasta Clorinda.
Justa nos ayudó a encontrar un lugar en donde pudiéramos vivir con mi familia, tenía un amigo con un terreno que no lo usaba y nos lo dio por un tiempo, no era como la granja de mi padre en el Paraguay pero estábamos cómodos. Justa estaba trabajando en una casa de familia como empleada doméstica; ella decía que le iba bien, aunque yo no lo creía, ya que no la trataban muy bien en esa casa.
Al pasar un año en 1945, comencé a estudiar en la escuela n° 21 con mis hermanas de 12 y 14 años. Como en nuestro país no había escuelas a la cuales pudiéramos concurrir,  yo que tenía 7 años, iba al primer grado junto a ellas. Nosotros que éramos los más chicos aprendimos rápido el idioma, pero mis padres no, en mi casa se seguía hablando el guaraní.
Con el pasar de los años seguía yendo al colegio y al mismo tiempo trabajaba haciéndole los mandados a un anciano y ayudándolo en la casa; era importante tener estas changas porque mi papá no tenía un trabajo estable y se nos hacía difícil comer a diario, éramos ocho y mi padre trabajaba sembrando en el campo que teníamos.
Agus, nunca me voy a olvidar esos momentos que pasaba con mis amigos en Clorinda, cazábamos pajaritos, pero solamente para alimentarnos, ya que muchas veces teníamos hambre y no teníamos plata para comprarnos ni una golosina; también pescábamos en el río con una caña hecha por nosotros.
En 1952 nos mudamos a otro barrio de Clorinda pues conseguimos una vivienda propia. Yo terminé la primaria, mas la secundaria no la pude terminar ya que tenía que trabajar para poder ayudar a mi familia; trabajaba en un bar como lava copas pero no ganaba mucho.
A los dieciséis años tomé la decisión de viajar a Buenos Aires, con la esperanza de conseguir un buen trabajo y ayudar a mi familia. El viaje lo realicé con mi primo Agripino, en un barco de pasajeros que partió desde Formosa a Bs. As. Cuando llegué me instalé en la casa de Justa, quien hacía un par de años se había  casado con Juan Sosa, y vivían en Merlo Norte. No supe más nada de Agripino y lo perdí aquel día en el puerto.
Luego de varios intentos por conseguir trabajo, leí en el diario un aviso que necesitaban empleado en una textil de Once, allí me tomaron; y, al pasar los años, comencé a ganar mejor. Estaba feliz de la ayuda que le podía dar a mi familia que se encontraba en Clorinda.
Conocí a un amigo, Pablo, con quien me fui a vivir a una pensión, cerca del trabajo. Con él pasamos buenos momentos y me ayudó bastante a ubicarme en una gran ciudad.
Un día no muy diferente a otro, mi patrón me pidió que acompañara a la empleada doméstica de su hijo, ya que hacía cuatro años que trabajaba allí y me ubicaba bastante bien. En el camino fui hablando con Rosa, quien me contó que había emigrado de Santiago del Estero. En ese encuentro sentí que algo raro me pasaba con esa mujer. Luego de invitarla a salir varias veces, empezamos una relación y, a partir de allí comencé una nueva vida con tu abuela.
Me quedan grandes recuerdos de esta aventura, no fue fácil, pero valió la pena. Nunca me voy a olvidar de la última vez que pude ir a mi querido Paraguay, tenía quince años y fue la última vez que pude regresar a mi país; fueron seis meses que pasé jugando al fútbol y haciendo lo que quería con un grupo de amigos. Agustín, igual me gustaría visitar alguna vez más a mi país, porque todavía recuerdo como me corría mi padre gritándome- Añamemby-, porque yo no le hacía caso. Siempre voy a recordar a mi madre diciéndome guaykuru, que significa indio… Me quedan grandes recuerdos...

Agustín Fariña

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