jueves, 28 de noviembre de 2013

No supo aceptar la derrota - Aylén Crespo

No supo aceptar la derrota
En América del Sur era algo normal tener esclavos y estos generalmente eran africanos.
En un pequeño pueblo de Mendoza, una de las familias más importantes del lugar, los Veschetti, tenían un esclavo muy particular. Él era para los Veschetii, al principio, solo un costurero, pero después empezó a tomar labores de más importancia.
Pasó a ser el lava platos, luego el cocinero, y así fue subiendo de puestos hasta ser el ayudante personal del señor Veschetti, cosa que no fue del agrado en lo más mínimo a José, el hijo mayor.
Él creía que Felipe, el esclavo, quería acercarse a su padre solo para matarlo y luego huir.
El señor Veschetti creía que eso era una locura, por lo cual no hizo nada.
Pasaron los años y José seguía diciendo lo mismo, pero ya se había dado cuenta de que nada iba a pasar. Pero como todo hombre quería tener la razón. Se obsesionó de tal manera con eso que estaba todo el día pensando cómo hacer para tener la razón. Le dio tantas vueltas al asunto y aun así no encontraba manera de que pasara lo que él decía. Transcurrido un tiempo más.... tomó la decisión de matar él mismo a su padre e inculpar a Felipe.
En menos de un día planeó todo. No podía esperar más, así que al otro día lo hizo.
Agarró el cuchillo más grande que había en la cocina y llamó a su padre y a Felipe, pidiéndoles a ambos que vayan a la misma habitación porque tenía que hablarles. Estando los tres ya en la despensa, José cerró la puerta bajo llave, se acercó a su padre, sacó el cuchillo y se lo clavó en el pecho, así como así, provocando instantáneamente su muerte. Felipe no decía nada, la situación lo dejó totalmente paralizado, mientras José sacaba el cuchillo del cuerpo de su padre.
Cuando Felipe reaccionó, forcejearon y de un golpe, José tiró arriba de su padre a Felipe. Luego José comenzó a gritar y salió de la despensa, dejando al esclavo encerrado con su padre.
Volvió un rato después con más gente, gritando, llorando y diciendo que Felipe había matado a su padre, quien lo negaba, aunque nadie le creía.
Pero claro, ¿quién iba a creer que José sería capaz de matar a su propio padre?

(Aylén Crespo)

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