No
supo aceptar la derrota
En América del Sur era algo
normal tener esclavos y estos generalmente eran africanos.
En un pequeño pueblo de Mendoza,
una de las familias más importantes del lugar, los Veschetti, tenían un esclavo
muy particular. Él era para los Veschetii, al principio, solo un costurero,
pero después empezó a tomar labores de más importancia.
Pasó a ser el lava platos, luego
el cocinero, y así fue subiendo de puestos hasta ser el ayudante personal del
señor Veschetti, cosa que no fue del agrado en lo más mínimo a José, el hijo
mayor.
Él creía que Felipe, el esclavo,
quería acercarse a su padre solo para matarlo y luego huir.
El señor Veschetti creía que eso
era una locura, por lo cual no hizo nada.
Pasaron los años y José seguía
diciendo lo mismo, pero ya se había dado cuenta de que nada iba a pasar. Pero
como todo hombre quería tener la razón. Se obsesionó de tal manera con eso que
estaba todo el día pensando cómo hacer para tener la razón. Le dio tantas
vueltas al asunto y aun así no encontraba manera de que pasara lo que él decía.
Transcurrido un tiempo más.... tomó la decisión de matar él mismo a su padre e
inculpar a Felipe.
En menos de un día planeó todo. No
podía esperar más, así que al otro día lo hizo.
Agarró el cuchillo más grande que
había en la cocina y llamó a su padre y a Felipe, pidiéndoles a ambos que vayan
a la misma habitación porque tenía que hablarles. Estando los tres ya en la
despensa, José cerró la puerta bajo llave, se acercó a su padre, sacó el
cuchillo y se lo clavó en el pecho, así como así, provocando instantáneamente
su muerte. Felipe no decía nada, la situación lo dejó totalmente paralizado,
mientras José sacaba el cuchillo del cuerpo de su padre.
Cuando Felipe reaccionó,
forcejearon y de un golpe, José tiró arriba de su padre a Felipe. Luego José
comenzó a gritar y salió de la despensa, dejando al esclavo encerrado con su
padre.
Volvió un rato después con más
gente, gritando, llorando y diciendo que Felipe había matado a su padre, quien lo negaba, aunque nadie le creía.
Pero claro, ¿quién iba a creer
que José sería capaz de matar a su propio padre?
(Aylén
Crespo)
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